Jesús quiere comer contigo hoy


 En la biblia encontramos el relato de Jesús ya resucitado en su tercera vez  apareciendo  ante sus amigos, los discípulos. Se presenta como el proveedor de un sabroso desayuno para sus queridos amigos. 


Cada aparición era un aliciente, un estímulo, una enseñanza de su poder y gloria.  Esta vez, el Señor hace un milagro con su palabra al darles una orden a estos pescadores.
El Señor conoce nuestras acciones y sabía que los discípulos en toda la noche no habían pescado nada, ni un pescado.  Ya amaneciendo ellos debieron sentirse desalentados, cansados, por no haber tenido una buena jornada.  Pero con la ayuda de Jesús, al ser obedientes,  fueron capaces de recoger una red llena de pescados.  A veces nos esforzamos tanto en nuestras propias fuerzas y no tenemos éxito, pero cuando dejamos que el Señor dé su Palabra y somos obedientes a su mandato, obtenemos lo que tanto ansiábamos y por lo cual trabajamos.  Toda la noche la perdieron, pero en un momento Jesús les dio lo que necesitaban.  

El Señor también les enseñaba que el salvar las almas, no era tarea fácil y que sin lugar a dudas,  necesitaban su ayuda y dirección porque de lo contrario no habría un buen resultado. A pesar de que eran 153 pescados, la red no se rompió.  Si obedecemos tendremos una cosecha de buenos frutos y con unas estrategias adecuadas para que el esfuerzo no se pierda y las personas permanezcan sirviendo al Señor.

El primero que reconoció a Jesús fue Juan mismo.  Debe haberse sentido privilegiado al saber que era amado por Jesús de una manera especial. El ver al Cristo resucitado también sería maravilloso para ellos, habiéndolo visto morir crucificado, traspasado por una lanza y por los clavos.  Ahora, con un cuerpo glorificado, se aparecía para dar aliento y mostrar su poder entre ellos. 

Pedro, al saber que era Jesús, se lanzó al agua, para llegar hasta él.  Impulsivo como siempre, quiso ver de cerca al Maestro.  Estaban cerca de la playa y nadó cerca de 100 metros para llegar a la orilla.  Pedro no vio barreras para acercarse al Señor.  Nadó y nadó pero logró estar un tiempito más con su Mesías.  Hoy tenemos tan cerca al Señor, que no necesitamos nadar para encontrarnos  con él y sin embargo no lo buscamos a veces como deberíamos. Acerquémonos a él con acción de gracias porque Él es nuestro proveedor.

Otro milagro del pasaje es el pescado y el pan que Jesús estaba cociendo al fuego. No dice de dónde los había obtenido.  Probablemente, los hizo aparecer para agradar a sus discípulos con un desayuno. 

En el libro de Apocalipsis dice la Biblia que Jesús quiere cenar contigo, pero tienes que abrirle la puerta, no la forzará, él te llama por tu nombre porque tú eres especial, y espera pacientemente a que abras.  Es para tu bendición, tu libertad, tu vida abundante.  ¿Estás atrapado en tus problemas y te sientes mal? 

Dile: Jesús te abro la puerta de mi corazón, creo que tú me puedes salvar, cámbiame, perdona mis pecados, aliméntame y dame las fuerzas para vivir cada día con excelencia y en obediencia.

Por Mery Bracho

Juan 21:1-14

Foto cortesía de B.  Glibbery

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